De amores y desamores, filias y fobias, encuentros y desencuentros…

Así es de la vida. Llena de contradicciones y confusiones, de situaciones complejas, vagas e imprecisas, que no producen sino desorden y desconcierto. Así es como nos sentimos los millones de españoles que seguimos el debate con los cuatro candidatos a la presidencia. Un debate que, por histórico, se presumía distinto, novedoso. Un debate que había generado expectativas entre los ciudadanos. Un debate que tan sólo se quedó en eso: en presumir y en generar, porque se desarrolló sin sorpresa alguna, todo dentro de un guión establecido.

lo queSiguiendo los consejos de sus equipos, los candidatos reprodujeron casi a la perfección las estrategias marcadas por sus asesores. Mariano Rajoy tenía que demostrar que la experiencia es un grado y que ver los toros desde la barrera es tarea fácil. Lo difícil es enfundarse el traje de luces y salir a dar capotazos. Y con capotazos fue sorteando los leves, muy leves, ataques que le lanzaron sus adversarios en torno a la corrupción. El más valiente, el que consiguió cambiar el ritmo del debate, fue, sin duda, Albert Rivera, un Albert Rivera que había sido adoctrinado para controlar ex profeso su comunicación no verbal: sus gestos, sus ticts, su nerviosismo. Lo tuvo fácil con la ayuda del atril que producción decidió incorporar como elemento de apoyo. Un atril que también protegía la desconocida imagen de Pablo Iglesias. El líder de Podemos, que nos tiene acostumbrados a un formato de ‘político enfadado con el mundo’, agresivo y bronco, nos sorprendió con un tono suave, pacífico, casi soporífero. Su objetivo principal era terminar con esos miedos que ha despertado su partido y captar a un público muy diferente al suyo. El 26J sabremos si esta imagen de socialdemócrata moderado le ha servido de algo. Y por último, Pedro Sánchez, que si en algo están de acuerdo todas las encuestas es en que fue el único perdedor. No consiguió su objetivo de mostrarse como la clara y única alternativa a los populares. Dudó en quién era su verdadero adversario y su actitud, en ocasiones prepotente, le llevó incluso a llegar tarde a su cita. Desaprovechó esa gran oportunidad a la que otros, sin embargo, supieron sacarle partido.

question-markNo obstante, hay que decir que, aunque fuera un debate encorsetado, sí fue debate. Un debate moderado, pero mejor que los vistos hasta ahora, con sus réplicas y dúplicas, con sus moderadores –tres, ni más ni menos- que apenas tuvieron que intervenir. En definitiva, un debate políticamente correcto, nunca mejor dicho.

Pero la incógnita sigue estando en el mismo sitio que hace seis meses ¿Quién pactará con quién? ¿Será solo para la investidura? ¿Será para gobernar? ¿Qué pasará con el PSOE? ¿Terminará cayendo en manos de Podemos? Esto es lo realmente importante después del 26 de junio, saber cómo se van a comportar los partidos sin mayorías.

Esperamos ansiosos que esta sea la definitiva y que los máximos dirigente políticos continúen el debate detrás de bambalinas; que el debate llegue a buen puerto; y que, cuando la obra haya concluido, no caiga un telón de acero que separe algo más que la política y las ideologías.

2 comentarios
  1. Buen post. No debatir para dejarlo todo como estaba.

    1. En medio de la ambigüedad…

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