El Cicerón americano

Me maravilla la solemnidad y el ceremonial que conlleva la celebración del State Of the Union (SOTU). La llegada al Capitolio de los congresistas, del cuerpo diplomático, del presidente del tribunal supremo y de los miembros del gabinete,  seguidos por la entrada estelar del presidente de los Estados Unidos, arropado por una gran ovación de todos los asistentes.

Pero me maravilla aún más la puesta en escena de Obama. ¡Insuperable! Es, sin duda, uno de los mejores oradores de la política actual. Es el Cicerón americano. Es el ‘novus homo novus’. Directo, locuaz, elegante, brillante, con carisma, que sabe cautivar a la audiencia. Su discurso no ha causado ni tan siquiera el rechazo de la oposición, a la que ha apelado en varias ocasiones durante su intervención, haciéndola partícipe de la consecución de un Estado mejor. Ha buscado la connivencia de todos los miembros de la cámara, de demócratas y republicanos, de los propios ciudadanos, a los que ha hecho partícipes de los éxitos y a quienes ha alentado para que trabajen con él en los principales ejes de su administración.

“La pregunta para todos en esta cámara, que abarca todas las decisiones que tomemos este año, es si vamos a ayudar o a dificultar este proceso”. 

“Esta noche, esta cámara habla con la gente a la que representa con una sola voz: son ustedes, nuestros ciudadanos, quienes hacen más fuerte el estado de nuestra unión”.

“Los republicanos y los demócratas en el Senado se han movilizado. Sé que los miembros de ambos partidos en la Cámara de Representantes quieren hacer lo mismo”. 

Obama ha repasado los principales logros obtenidos en este último año sin apenas hacer alusión a las manidas cifras y porcentajes que se suelen emplear en estas ocasiones. Solamente ha hecho uso del don de la palabra para referirse con una gran naturalidad a los principales issues de su programa: educación, salud, temas laborales y de creación de empleo, equidad de género, reforma migratoria… Una arenga preparada y estudiada al milímetro, con párrafos construidos meticulosamente de principio a fin y que el orador ha declamado como si del propio Cicerón se tratara.

El discurso ha estado dirigido al corazón del auditorio con el que ha pretendido empatizar, apelando a las emociones más profundas a las que ha puesto nombre y apellidos: Misty DeMars, Estiven Rodríguez, Nick Chute, John Soranno o Amanda Shelley, entre otros. Ahora bien, sin duda, el momento más emotivo del discurso de Obama, el que ha llegado al corazón de todos los congresistas, ha sido el protagonizado por Cory Remsburg, un superviviente de la guerra de Afganistán al que toda la cámara, en pie, ha aplaudido durante varios minutos.

Casi sesenta minutos de discurso al más puro estilo de un locuaz predicador, que termina su intervención invocando a la bendición de la divinidad.

“Que Dios los bendiga y que Dios bendiga a Estados Unidos de América”

Sin duda, la maestría y la habilidad de Obama, sus cualidades como orador, han sabido conjugar a la perfección los principios aristotélico que subyacen en la formación de un orador, del mejor de los oradores: emoción, razonamiento y personalidad.