Lo que debió ser y no fue entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez

Toda la maquinaria preparada para el esperado maratón de ‘El Debate’ que, en principio, prometía. Citas y compromisos anulados para no perder detalle de las más de cinco horas que pasé delante del televisor. Y como yo, miles de confiados y escépticos, de fieles e indecisos, que, aunque les cueste reconocerlo, estaban expectantes. Tres cadenas de televisión, más de trescientos periodistas acreditados, asesores y consultores por doquier… todos pudimos comprobar la degeneración que está sufriendo la dialéctica en política.

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Por pura coincidencia temporal, quería haber iniciado este post haciendo una comparación entre la llegada del invierno y la de esa verdadera campaña electoral –gélida, gris y nebulosa- que comienza a partir del día 21 de diciembre. Quería haber hablado de la estructura del debate, de los programas y propuestas, de la comunicación verbal y no verbal, de los presentes y de los ausentes, del moderador…, pero después de lo visto en este #CaraACara, no puedo por menos que manifestar mi desilusión, mi indignación, mi pena y mi impotencia. Mi desilusión, porque realmente esperaba más profesionalidad; mi indignación, por el tono y las descalificaciones que profirieron uno y otro; mi pena, porque estos señores son los principales aspirantes a gobernar un país cada día más desencantado con los políticos y la política (y no es para menos); e impotencia, porque desde el sillón de mi casa no podía decirles a los señores Óscar López y Jorge Moragas que se estaban equivocando.

El primero, por incitar a Pedro Sánchez a recuperar su autoestima, la de su partido, pero no los votos que estaba buscando. El socialista, que venía perdiendo puntos a pasos agigantados en las encuestas, sólo podía ganar llevando al barro a su contrincante e hizo todo lo que pudo: insultar, faltar el respeto, interrumpir… Sánchez sabe que, cuando no se controlan los tiempos, gana el que interrumpe y lo llevó a raja tabla durante casi dos horas, hasta abochornar a su contrincante. Venía a contar su discurso aprendido –y por cierto, muy bien aprendido- y lo soltó, viniera o no viniera a cuento.

El segundo, por permitir que el Presidente viniera con los deberes a medio hacer y con una presentación que dejaba entrever el desinterés, el descuido y la dejadez (folios de cuadrícula arrancados de un cuaderno y escritos a mano). Un Presidente que harto está de debatir en el Congreso pero que en las distancias cortas parece amilanarse. Nervioso, tembloroso, permitió que Pedro Sánchez, que actuó como debatiente y como moderador, llevara las riendas del debate y le atacara con el cuchillo entre los dientes.

Pixelated InsultPoner los puntos sobre las íes no significa insultar, humillar o perder los papeles. Los espectadores queríamos saber qué nos ofrecían estos candidatos en el ‘debate oficial’ y lo único que mañana y pasado mañana recordaremos será ese “usted no es decente”, de Pedro Sánchez, y la respuesta “es usted un ruin, mezquino y miserable”, de Mariano Rajoy.

Aquí no ha habido ganadores, sino perdedores: dos –oficiales- que se tiraron los trastos a la cabeza y que protagonizaron un vergonzoso espectáculo; otros dos –emergentes-, que no tuvieron la oportunidad de sentarse en esa mesa; dos –olvidados-, que han quedado fuera de las encuestas y de quienes parece haberse olvidado su corta o larga trayectoria, pero trayectoria. Sin embargo, los auténticos perdedores somos todos los españoles a los que estos señores nos van a gobernar, queramos o no queramos.

Es una pena que más de 9 millones de espectadores hayamos invertido nuestro tiempo en ver este circo, porque, si la verdadera finalidad era captar los votos de los indecisos, ¿realmente lo han conseguido o, por el contrario, han perdido votos de los que ya lo tenían decidido?

2 comentarios
    1. Muchas gracias, mi más fiel seguidor.

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