¡Que Dios te bendiga, Presidente!

“En mi comienzo está mi final”, decía T. S. Eliot, y el de Barack Obama ha llegado. Después de ocho años de mandato, el presidente saliente de los Estados Unidos abandona la Casa Blanca y se ha despedido como acostumbra a hacer en sus apariciones, con una extraordinaria pulcritud, en el más amplio sentido de la palabra. “Encontrar algo que decir”, afirmaba Bernbach, “es el comienzo de cualquier proceso de comunicación, pero cómo lo digas hace que la gente atienda, escuche y cambie de opinión”. Sin duda, Obama ha dado buena cuenta de que es un orador cultivado, en el que concurren los tres objetivos que todo orador que se precie debe perseguir: docere, delectare et movere.

¿Hablas de mí? La retórica desde Aristóteles a Obama*

“…Ésa que se hace visible cuando se viste de largo y saca brillo a sus zapatos de bailar… La que convence y engatusa, inspira y embauca, entusiasma y engaña…” Ésa es la retórica y así se refiere a ella Sam Leith en ¿Hablas de mí?: La retórica desde Aristóteles a Obama, un manual distinto, actual, instructivo y de obligada lectura.

La historia comienza hace 2.500 años, en Siracusa, con Córax y Tisias, Tisias y Córax, y sus juegos de palabras para hacer de la retórica un instrumento entre la argumentación y la persuasión. Lo que ellos descubrieron, Gorgias lo difundió por el mundo y fue en el siglo V, en Atenas, en donde alcanzó su máximo esplendor, una Atenas que se estaba familiarizando con un experimento democrático radical; una Atenas cuyos aristócratas la utilizaron hábilmente para recuperar su debilitada influencia en la Asamblea. Retórica y antiretórica se establecieron en la Hélade sin ambages.