La Oratoria a debate

“De todos los talentos concedidos al hombre, ninguno es más preciado que el don de la oratoria. Quien lo detente, esgrime una cualidad más perdurable que la de un gran rey.”
Winston Churchill, The Scaffolding of Rhetoric.

 
Es innegable que la sociedad en la que vivimos nos exige hacer un uso adecuado de la lengua como instrumento indispensable para conseguir nuestros objetivos. Si queremos hablar bien, necesitamos conocer las técnicas de persuasión y las habilidades argumentativas necesarias para conseguir nuestros objetivo. Desde pequeños aprendemos una lengua y vamos articulando los sonidos que hay que ejercitar y practicar para hablar en público.

¡Que Dios te bendiga, Presidente!

“En mi comienzo está mi final”, decía T. S. Eliot, y el de Barack Obama ha llegado. Después de ocho años de mandato, el presidente saliente de los Estados Unidos abandona la Casa Blanca y se ha despedido como acostumbra a hacer en sus apariciones, con una extraordinaria pulcritud, en el más amplio sentido de la palabra. “Encontrar algo que decir”, afirmaba Bernbach, “es el comienzo de cualquier proceso de comunicación, pero cómo lo digas hace que la gente atienda, escuche y cambie de opinión”. Sin duda, Obama ha dado buena cuenta de que es un orador cultivado, en el que concurren los tres objetivos que todo orador que se precie debe perseguir: docere, delectare et movere.

Discursos políticos del siglo XXI: de la elocutio a la inventio*

Si tuviéramos que definir de algún modo el discurso político, diríamos que es una potente herramienta que tiene el candidato para darse a conocer y poner de relieve su posición y sus propuestas frente al electorado. Se trata de todo un conjunto de estrategias de las que el orador hace uso para influir en la actitud del auditorio, porque, no olvidemos, el fin último es persuadir.

Lo que debió ser y no fue entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez

Toda la maquinaria preparada para el esperado maratón de ‘El Debate’ que, en principio, prometía. Citas y compromisos anulados para no perder detalle de las más de cinco horas que pasé delante del televisor. Y como yo, miles de confiados y escépticos, de fieles e indecisos, que, aunque les cueste reconocerlo, estaban expectantes. Tres cadenas de televisión, más de trescientos periodistas acreditados, asesores y consultores por doquier… todos pudimos comprobar la degeneración que está sufriendo la dialéctica en política.

«Ser útiles en la vida de la gente»

Tal y como apuntábamos en entradas anteriores, entre las muchas tareas que tenemos los consultores en comunicación política está la de asesorar y aconsejar a nuestro candidato a que, siguiendo las pautas marcadas por su partido, diga lo que debe decir de la mejor manera posible. Buscamos la persuasión, no sin razón. Buscamos atraer y convencer. Engalanamos los contenidos para que fluyan de la boca del orador con rotundidad y contundencia, con claridad y nitidez, con seguridad y veracidad. Hay quienes dicen que los consultores sólo vendemos humos y seguro que a alguno no le faltará razón. Por eso se está trabajando en la profesionalización de la comunicación política, para que los consultores políticos ocupemos el lugar que nos corresponde.

Principios del buen orador

Lejos han quedado aquellos oradores perfectos, ideales, delineados con trazos firmes y exigentes, con energía y viveza, que cautivaban a su auditorio haciendo un perfecto uso de la palabra. Lejos aquella “ciencia del bien decir”, aquel “arte del bien hablar”, que instruía a las clases dominantes de la sociedad clásica. Escritores, políticos, senadores, generales…, todos estaban formados en esta ciencia y arte de la palabra.

Discursos al borde de un ataque de nervios*

Corría el mes de octubre de 1983 cuando Felipe González Márquez, presidente del Gobierno desde el año anterior, instauró la celebración del debate sobre el estado de la nación. Se trata de un debate en el que intervienen tanto el partido que sustenta el gobierno, como los partidos de la oposición y cuyo objeto no es otro que hacer balance de la labor desempeñada por el poder ejecutivo. Desde esta fecha hasta nuestros días, el debate se ha celebrado en 23 ocasiones con una periodicidad anual y han sido 10 los políticos que se han enfrentado dialécticamente. Solamente se ha dejado de celebrar en seis ocasiones, todas ellas por la convocatoria de elecciones generales.