Preparando eurocandidatos

“De los argumentos procurados por el razonamiento, hay tres clases: unos que radican en el carácter del que habla; otros, en situar al oyente en cierto estado de ánimo; otros, en fin, en el mismo discurso…” (Aristóteles, Retórica, I, 2)

Comenzamos un año marcado por procesos electorales de diversa índole en distintos lugares del mundo. En América Latina se realizarán elecciones presidenciales en siete países: Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Panamá, El Salvador y Uruguay. Tailandia, Afganistán o Irak serán también algunos de los países que celebrarán comicios pero en escenarios mucho más hostiles.

156876_662212780488183_2057435666_nA finales del mes de mayo los ciudadanos de la Unión Europea participaremos en la elección de la composición del Parlamento para los próximos cinco años de legislatura. Se prevé que en estas elecciones la participación en general aumentará considerablemente respecto a años anteriores. Se trata de las elecciones más políticas y las que más se asemejan a lo que la gente está acostumbrada porque, tras la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, los partidos políticos que concurran a las elecciones designarán a los candidatos que presidirán la Comisión, candidatos que tendrán que presentar los distintos programas políticos en cada uno de los Estados miembros así como participar en una serie de debates públicos.

Ahora bien, ¿estarán preparados los políticos para abordar tamaña empresa? ¿Serán capaces de conjugar logos, ethos y pathos? ¿Conseguirán con la palabra generar credibilidad en la audiencia, evocando emociones y sentimientos? Estoy convencida de que sus asesores personales les ayudarán a vencer los miedos que a todo ser humano nos despierta comparecer ante una audiencia expectante y dirigirse a ella con naturalidad y aplomo. Les enseñarán a controlar la respiración abdominal, en lugar de la torácica, con el fin de conseguir la calma fisiológica que contrarresta los daños del estrés. Trabajarán con sus voces para evitar tonos monótonos y de volumen bajo; para enfatizar los puntos más importantes del discurso; en definitiva, para hablar con determinación, con firmeza y sin titubeos.

Ni que decir tiene que la preparación de sus intervenciones será acorde con la formación, con la habilidad y con la experiencia del orador. Que el mensaje habrá sido seleccionado previamente, de acuerdo a la respuesta que se espera del auditorio, y que será estructurado de tal forma que se entienda sin dificultad. Que el discurso gozará de argumentos vigorosos y convincentes, de recursos lingüísticos necesarios para impresionar y captar la atención del auditorio.

Y qué decir de la comunicación no verbal, de ese lenguaje corporal, de esos gestos, de esas miradas que transmiten serenidad y espontaneidad. Con qué precisión analizará el asesor esa primera impresión que el político causa al subirse al escenario: su forma de moverse, su atuendo, sus manos, su caída de brazos… Todos esos detalles que, por insignificantes que parezcan, hablan del orador mucho antes de que éste pronuncie la primera palabra.

Sin duda alguna en estas elecciones los asesores se van a enfrentar a un gran reto. Veintiocho países, pluralidad de culturas y setecientos millones de ciudadanos, muchos de ellos adalides de un euroescepticismo cada vez más extendido, con diferentes inquietudes y necesidades.

Que un político sea capaz de persuadir y de conseguir el voto de ciudadanos desde Letonia a Portugal y desde Suecia a Malta con un mismo discurso no será tarea fácil, pero, sin duda, los buenos asesores son aquellos que son capaces de traducir la estrategia de campaña en votos y hacer del político un líder responsable, sabedor de que su liderazgo le da poder y que tendrá que utilizarlo en beneficio de todos.

¡Manos a la obra!

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