Comienza la jornada de reflexión

Terminaba la semana pasada haciendo una reflexión sobre el Fin de campaña, sobre los enfrentamientos dialécticos de nuestros candidatos, reflexión que a nadie le debió sorprender porque todos hemos sido testigos de ello. Finalizado el proceso electoral, tampoco os sorprenderán mis palabras que no harán sino recoger unos resultados que, por más objetivos que debieran ser, tienen una carga de subjetividad y de triunfalismo, cuanto menos, llamativos.

El pánico de pensar en infinito
El pánico de pensar en infinito

Una de las palabras que más hemos escuchado estos días y que a todos nos preocupaba era la manida ‘abstención’. Si algo iba a ser significativo el 25M, si había una clara consecuencia de la profunda desafección política, era la escasa y casi nula participación ciudadana en estos comicios. Éste fue el motivo que llevó a los principales líderes y candidatos políticos a cerrar la campaña electoral apelando a la conciencia ciudadana de millones de votantes que amenazaban con abstenerse. La realidad ha sido otra muy distinta, lo cual demuestra que no se deben hacer juicios previos con los que sorprender a tu electorado, porque puedes ser tú el sorprendido. Ha sido una abstención menos fiera de lo que se pintaba. En España, la participación ha sido del 45,85%, más de medio punto por encima de la registrada en 2009, y superior a la tasa de participación en Europa, que se ha quedado en el 43,11%.

Pero, sin duda, la verdadera enemiga de estas elecciones no ha sido la abstención, sino la negación ciudadana al bipartidismo, que pasa por un marcado desgaste. Si a una campaña ramplona de ideas y escorada hacia el rifirrafe doméstico le sumamos los duros, difíciles y, en algunos casos, amargos datos, el resultado es un fuerte castigo para el reinado del bipartidismo. Esto ha provocado que gran parte de los votos de la izquierda, que atraviesa su peculiar travesía por el desierto, haya ido a parar a partidos emergentes que han sorprendido y provocado la caída de las principales fuerzas políticas. O PP y PSOE refuerzan sus programas, candidatos, campañas… o tendrán que vérsela con esos partidos minoritarios que con menos pueden llegar a más. Tanto que, en Europa, parte de este ‘voto de castigo’ ha desembocado en el triunfo de partidos extremistas, con las consecuencias que eso conlleva.

Seamos, pues, responsables y consecuentes con nuestro voto que, en ocasiones, nos puede provocar más daño que beneficio. Reflexionemos qué queremos conseguir y cuál es el mejor modo de llegar a nuestro objetivo. Los extremos nunca fueron buenos y en política, menos aún. Apenas quedan once meses para reforzar lo que se ha llevado a cabo, enmendar lo que se ha hecho mal y hacer realidad aquello que no se ha llegado a hacer. Ahora es cuando comienza la verdadera jornada de reflexión.

¡Empieza la cuenta atrás!

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