Yo también sentí miedo

Si me preguntaras por algo que realmente me hace feliz en esta vida, algo que me motiva, que me apasiona, que es capaz de sacar lo mejor de mí misma, te respondería que ese algo es tan sencillo y tan generoso como ponerme delante de un auditorio y compartir ‘mi tesoro’. Respondería que la vida me ha dado la gran oportunidad de disfrutar de una de las herramientas que todos los humanos compartimos, tan necesaria pero tan poco valorada, y que se ha convertido en el motor de mi existencia: la COMUNICACIÓN, en mayúsculas. Porque cuando descubres sus bondades, nunca más puedes vivir en minúscula.

Y en mayúsculas desgrano todos y cada uno de los beneficios que proporciona. Dejo al descubierto el éxito que obtenemos con una buena gestión de la comunicación y transmito la necesidad de dialogar con nosotros mismos para después hacerlo con los demás. Mi felicidad radica, primero, en hacer evidentes todos estos beneficios y, segundo, en trabajar los componentes que dan brillo a una brillante comunicación, el ‘qué’ y el ‘cómo’, porque ambos son como almas que no se pueden separar.

Pero nos da miedo. Mucho miedo. Miedo a exponernos delante de un público que, presuponemos, nos va a juzgar. Miedo a quedarnos en blanco. Miedo a no saber responder a alguna cuestión que se escape de nuestro alcance. Nos da miedo, aunque, realmente, lo que nos da es vergüenza. Nos avergonzamos de nuestras debilidades, de nuestra falta de confianza, de nuestra poca credibilidad. Nos avergüenza demostrar nuestras imperfecciones y, ¡ojo!, aquí nadie es perfecto. Sólo necesitamos un poco de humildad para saber reconocer esas pequeñeces que nos hacen esconder la cabeza y negarnos al mundo. Nos hace falta una gran dosis de autoconocimiento y autoestima. Nos hace falta aceptar y aceptarnos, así, tal cual. Tan fácil y tan simple.

Yo también sentí miedo, mucho miedo, el primer día que tuve que ponerme delante de un auditorio. Sentí en el estómago ese hormigueo que hace temblar todo tu cuerpo. Sentí cómo la sangre fluía a gran velocidad y aceleraba el ritmo de mi corazón. Yo también sentí vulnerabilidad, porque soy débil y vulnerable. Sentí vergüenza, miedo, ansiedad… ¡Qué poco creía en mí!

Hoy no. Ya no. Hoy me ‘pavoneo’ en un escenario. Disfruto de cada paso que doy y de cada palabra que pronuncio. Hoy sé que no puedo ni quiero gustar a todo el mundo, pero sé que hay una parte de la audiencia que SIEMPRE se lleva a casa un pedacito de mí. En esta ocasión, mis pedacitos se los han llevado los asistentes a la Jornada organizada por la Cátedra Telefónica de la Universidad de Extremadura. Con eso, ya soy feliz. ¡Objetivo cumplido!

Y si ahora me preguntaras que te dijera en una sola palabra qué me ha hecho llegar donde estoy, te diría que la clave ha sido la PASIÓN. Esa pasión que otorga credibilidad y confianza a todo lo que haces y a todo lo que dices. Esa pasión que te permite creer y crear. Esa pasión que te hace vivir como piensas y pensar lo que vives, que saca toda la fuerza y todo el coraje que llevas dentro. Esa misma. Esa que un día tiene a bien otorgarte el atrevimiento de hablar ante tu auditorio firme y segura, vestida de rojo.

De rojo Pasión.

2 comentarios
  1. Absolutamente de acuerdo. Pasión en lo que se haga y creer en uno mismo.

    1. Sin pasión no hay emoción. ¡Gracias, Curro!

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