Claro que importa. Y mucho. A día de hoy, todavía hay empresas que creen que el crecimiento, el desarrollo y la forma en que el mundo conoce lo que hacen no pasa por una buena estrategia de comunicación. Personas y organizaciones tenemos la necesidad natural de comunicarnos con el objetivo de poder interactuar con los diferentes públicos. Forma parte de nuestra condición de seres sociales.
Nadie pondrá en duda que las organizaciones, de manera voluntaria o involuntaria, informan cada vez más de lo que son, de su esencia, de su identidad. Esto es una necesidad y de ello son responsables todos y cada uno de sus miembros. Por eso hay que esforzarse para que dicha información sea lo más fiel a la realidad, para que sea eficaz y para que esté alineada con los objetivos estratégicos de la organización.
Más allá de los flujos de comunicación, de los distintos estilos que se utilizan o de que el destinatario sea externo o interno a la propia empresa, el objetivo es establecer relaciones de calidad con el público objetivo, dándose a conocer socialmente y proyectando una imagen pública adecuada a sus fines y actividades.
No siempre proyectamos lo que somos. Una buena comunicación corporativa busca la armonía entre la imagen que desea dar, la imagen real y la que los demás perciben. Se trata de proyectar la imagen lo más fiel posible a la realidad. Porque una buena comunicación,
- Apoya la estrategia de la empresa
- Define las claves de compañía.
- Selecciona y prioriza el target.
- Mejora la reputación.
- Fortalece la imagen
- Incrementa de la cuota de mercado.
- Aumenta la tasa de fidelización…
Si crees que tu empresa no necesita visibilidad; si consideras que tu relación con los clientes es del todo satisfactoria; si no te importa aumentar tu cuenta de resultados… Entonces, puedes continuar con tu estrategia. Pero si, por el contrario, deseas llevar a efecto estos objetivos, dedícale espacio, tiempo y profesionalidad a la comunicación en tu empresa. No es suficiente hacer las cosas bien, sino saber comunicarlas.