Estrategias en el campo de batalla

La palabra ‘estrategia’ proviene del griego strategía, término militar que designaba tanto la planificación y la dirección de las campañas bélicas, como el movimiento y la disposición del ejército. Recurrir a planes estratégicos era siempre necesario cuando había que mover las tropas y dirigirlas en el campo de batalla para situarlas frente al enemigo.

Batalla-de-PidnaLos griegos ya diferenciaban entre estrategia y táctica. La estrategia era el esquema para intentar alcanzar los objetivos fijados, mientras que la táctica era la encargada de que dichos planes militares se ejecutaran. Teoría versus práctica. Planificación versus ejecución.

Estrategias y tácticas militares se han ido sucediendo desde que existió en el mundo el primer general que tuvo la suficiente habilidad para conducir las tropas y para que sus principios fueran observados y cumplidos. Alejandro Magno, Julio César, Carlomagno, Napoleón… son ejemplos de ejecución de movimientos estratégicos que han hecho cambiar el rumbo de la historia.

Poco a poco estos procedimientos se han ido implantando en distintos sectores de la sociedad con el único propósito de controlar al adversario. Naturalmente, también han llegado al campo de la política para dirigir a grandes masas de la sociedad o a miembros de partidos y organizaciones hacia un objetivo concreto: la lucha electoral.

¿Ingredientes necesarios? Introducir en una coctelera grandes dosis de experiencia, una pizca de intuición, unas gotas de inspiración, abundante sentido común, un puñado de acompañantes… lo agitas y, ¡eh, voilà!, tienes una estrategia de campaña. Parece fácil, ¿verdad?. Sin embargo es mucho más complejo que agitar la coctelera. Una estrategia electoral es siempre un trabajo artesanal que debe conjugar investigación, planificación y análisis procedentes del electorado con el resto de los datos del contexto político, social y económico. Existen tantas estrategias como personalidades hay, si bien es cierto que la mejor, sin duda, es aquella que puede ser asimilada por el candidato según su escala de valores.

El problema viene cuando, pasadas las elecciones, el proceso toca a su fin. ¡Craso error! La estrategia de campaña se habrá acabado, pero continúa otra estrategia quizá más dura aún. Ésa que te permitirá ir demostrando todo lo que en campaña has dado a conocer; ésa que te mantendrá en alerta durante cuatro años; ésa que, en definitiva, te invitará a una campaña permanente (#EstamosEnCampaña).

Quizá no ganes las elecciones. Quizá estés realizando el rodaje para campañas posteriores. Quizá pretendas posicionarte como ‘caballo ganador’. En cualquier caso, cuida de que tu estrategia sea definida con precisión; que sea clara, honesta y real. Cuida de cumplir esa hoja de ruta marcada si no quieres que tu campaña sea dinamitada por tu adversario, haciendo de ella una campaña negativa, dispersa e ineficaz.

Cuida la estrategia. Eres el único responsable de tu guerra.

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